abril 22, 2003

En el último número de El País Semanal, esa revista viva, se da cuerpo a una rica entrevista con Mijaíl Gorvachov, a quien tengo conceptuado al más alto nivel. Es martes y no tengo tiempo para un post largo —la justificación es mía y va dirigida hacia mí, al igual que todo en este el blog—, pero la entrevista me movió y se me queman las manos.

En el último año de preparatoria (1988-1989), cuando la URSS era todavía la URSS y en Civismo aprendíamos que el mapamundi se dividía en Capitalistas, Socialistas y Tercermundistas, el profesor Bruno Cortés nos anticipó lo que venía. Su error fue utilizar una dinámica de lo más aburrida. Con la cabeza en los preparativos de la Graduación, que se nos venía encima y nos llenaba de estúpidas angustias, teníamos que aprobar su materia suplementaria, Formación Humana.

Divididos por equipo, nos dio a leer fotocopias de dos textos, de los cuales borró intencionalmente el título. La tarea era analizar su contenido y extraer, en un cuadro sinóptico, las coincidencias. Hubo muchas. Había párrafos casi idénticos. La justicia social, la democracia, la solidaridad, la distribución de la riqueza...

No eran textos cualquiera. Uno reunía fragmentos del Concilio Vaticano II —la encíclica Gaudium et Spes— y el otro, entonces desconocido, se llamaba pomposamente la Perestroika. Era una de las primeras ediciones al castellano, antes de convertirse en un libro escencial de la época, antes del Boom. Bruno cuidaba su librito "del presidente ruso" con mucho celo, sin despegarle el ojo, y se inquietaba cuando la bibliotecaria lo abría demasiado para meterlo en la fotocopiadora, que tiraba su flama en vaivenes sincopados y vomitaba hojas por $ 1.50.

La prepa terminó. El baile de graduación me trae recuerdos incómodos, palabras que no debieron existir, errores. Luego vino una diáspora de vida y mi memoria se inunda con el vapor vegetal de un bosque gigantesco y frío.

Al año siguiente todo era Perestroika. Todo era el nuevo orden de las cosas y los adultos no cabían en la sorpresa. Después de una honda reflexión en todo el globo, la URSS reventaba sus siglas, estallando en pequeñas repúblicas que hasta la fecha no ubico, tumbando mentalidades y Muros.

Bruno Cortés se hizo más viejo y emigró a una preparatoria de Budapest, Hungría, más cerca de los hechos. El año pasado escuché que había muerto, luego escuché que no, qúe bueno. De ejercer aún, debe estar al frente de un mixto grupo de alumnos, a quienes reparte lecturas incendiarias, los aburre y los deja ir. Un buen número de ex-alumnos odia a Bruno Cortés, sus razones habrá. Pero yo le doy las gracias, además del Premio Nobel en mi imaginación.

Resulta soberbio decir que Gorvachov causó un impacto tremendo en nuestro mundo, porque no deja de ser una abstracción al hablar en nombre de millones. Pero aquí va otra: estoy convencido de que "nuestro mundo" soy yo, o mejor dicho, de que cada uno contenemos al mundo. En mí, que soy el mundo, Gorvachov dio con tubo, lo que justifica su papel universal. Más de una vez, cuando alguien se deja envejecer por la costumbre, recuerdo que existe la posibilidad de un buen Gorvachov, el hombre refrescante, capaz de bocetar cosas mejores y hablarse de tú con la Humanidad, que es una abstracción hecha de polillas y pleitos.

Václav Hável, Hélder Cámara, José Antonio Llaguno, Juan XXIII, Olof Palme, Nelson Mandela, Lech Walessa, Salman Rushdie... Irrepetibles, transparentes, íntegros, por quienes dan ganas de vivir en este mundo. Mijaíl Gorvachov es Uno De Esos Tipos.

. . . . . . . . . . .

Comentarios a:
mr_phuy@mail.com


Comments: Publicar un comentario

<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?